Por Michel Foucault
En esta conferencia de Foucault –publicada
en castellano por la editorial Nueva Visión–, el cuerpo es primero “lo contrario de una
utopía”, lugar “absoluto”, “despiadado”, al que se confronta la utopía del
alma. Pero finalmente el cuerpo, “visible e invisible”, “penetrable y opaco”,
resulta ser “el actor principal de toda utopía” y sólo calla ante el espejo,
ante el cadáver o ante el amor
Apenas
abro los ojos, ya no puedo escapar a ese lugar que Proust, dulcemente,
ansiosamente, viene a ocupar una vez más en cada despertar1. No es que me clave
en el lugar –porque después de todo puedo no sólo moverme y removerme, sino que
puedo moverlo a él, removerlo, cambiarlo de lugar–, sino que hay un problema:
no puedo desplazarme sin él; no puedo dejarlo allí donde está para irme yo a
otra parte. Puedo ir hasta el fin del mundo, puedo esconderme, de mañana, bajo
mis mantas, hacerme tan pequeño como pueda, puedo dejarme fundir al sol sobre
la playa, pero siempre estará allí donde yo estoy. El está aquí,
irreparablemente, nunca en otra parte. Mi cuerpo es lo contrario de una utopía,
es lo que nunca está bajo otro cielo, es el lugar absoluto, el pequeño
fragmento de espacio con el cual, en sentido estricto, yo me corporizo.